Fundamentalismos y violencia contra los derechos femeninos


Tiempos de flores, Girona (http://www.arte-redes.com/nocturama/?p=649)




CIMAC

Toda la vida de las mujeres, desde la infancia hasta la vejez, está ensombrecida por la violencia, como amenaza o como realidad, dice la académica feminista Marcela Lagarde.


Actualmente nadie, por poca información que maneje, puede negar que haya violencia contra las mujeres como fenómeno grave y reiterado, sin importar si son niñas, jóvenes o viejas, pobres o adineradas, con escasa escolaridad o profesionales, rurales o urbanas, que profesan una fe o no tienen creencia.
De ser un hecho oculto y mayormente silenciado hace unas décadas, hoy emerge al debate público como una problemática de dramáticas dimensiones que requiere de todos los sectores sociales, en especial de los gobiernos, respuestas urgentes, tanto para la aprobación de leyes que sancionen las distintas formas en que esta violencia se expresa, como también para el diseño y ejecución de políticas públicas coherentes con la gravedad del fenómeno.
Pero a pesar de esta aparente mayor apertura social y política respecto al tema, continúa insistentemente lo que se ha llamado "la naturalización" de la violencia hacia las mujeres, es decir, para muchas personas es normal, como si en la vida de las mujeres estuviese escrito que pueden y “merecen” ser castigadas.
Sin duda esto tiene que ver con la permanencia en nuestra cultura de una normativa patriarcal (esto es, con autoridad masculina, machista), a través de la cual se ejerce sobre las mujeres un control sobre su sexualidad y reproducción, sobre su expresión erótica, su maternidad, su acceso al trabajo y al mundo público, y sobre sus condiciones de vida en general.
Es así como cualquier desobediencia a los mandatos históricos impuestos puede significar un castigo para la mujer trasgresora. E incluso, sin existir dicha “trasgresión”, la sanción y la violencia pueden emerger igual.
Esto refleja claramente la forma en que el patriarcado se sustenta como un sistema de propiedad sobre las mujeres, un sistema regulatorio que controla sus vidas en un sentido muy amplio. Tal como señala Marcela Lagarde, "es un orden de propiedad social y privado de las mujeres, a través de la apropiación, posesión, usufructo y desecho de sus cuerpos vividos, su subjetividad y sus recursos, bienes y obras".

Ampliar la mirada

La comprensión del fenómeno de la violencia contra las mujeres nos exige, por lo tanto, identificar las formas a través de las cuales se concreta la apropiación de los cuerpos femeninos por parte del patriarcado, y cómo en el ámbito privado y en el público se las inferioriza y discrimina hasta el extremo de eliminar sus derechos humanos fundamentales.
La violencia contra las mujeres es una expresión clara del control de los cuerpos femeninos. El hombre que golpea a su pareja, que viola a su hija, que acosa a la compañera de trabajo o empleada, que persigue y mata a su ex esposa, está ejerciendo un poder patriarcal que le permite afianzar la autoridad masculina y sancionar o castigar el incumplimiento de mandatos culturales.
Desde la óptica tradicional, que la mujer no planche una camisa o no tenga la comida a tiempo pasan a ser excusas suficientes como para un castigo. El que una mujer quiera terminar la relación de pareja es una “afrenta” que puede castigarse con la muerte, Un alto número de homicidios contra ellas ocurre justamente cuando la mujer manifiesta su decisión de alejarse o cuando ya se ha ido.
La violencia contra las mujeres va incluso más allá de expresiones tales como golpes, amenazas, acoso, abusos, maltrato psicológico, coerción económica, sexo forzado, feminicidio. Y no son sólo las parejas, cónyuges, amigos o extraños quienes individualmente ejercen violencia contra las mujeres.
Pues si en la violencia con sesgo de género se evidencia cómo los cuerpos femeninos son sojuzgados, entonces podemos ampliar la mirada e identificar que esto surge también de los Estados y sus instituciones, de las ideologías, de las tradiciones, de la cultura, de las leyes, del sistema educativo, del sistema médico hegemónico, del lenguaje cotidiano, de los medios de comunicación, en fin, de un sistema social que domina, subordina y discrimina a las mujeres a través de distintos mecanismos
Las exigencias intransigentes para que mujeres y hombres se sometan a doctrinas o prácticas establecidas, es decir, los fundamentalismos o fanatismos, en especial los religiosos, pero también los filosóficos, ideológicos, económicos, políticos o científicos, son un claro ejemplo de un sistema que ejerce acciones sobre la base de un poder ilegítimo, acciones que además van dirigidas a fomentar modelos únicos de conducta, pasándose “por el arco del triunfo” los estándares mínimos de respeto a los derechos humanos universales de quienes piensan, sienten y actúan de otra forma.
Las mujeres –y otros colectivos humanos, como las minorías sexuales– son blanco preferente de esas acciones, las que se caracterizan por su gran virulencia, extremismo e intolerancia.

La denuncia

El respeto, la promoción y la protección de los derechos humanos constituyen una exigencia de las sociedades actuales, y los derechos de la mujer no pueden verse limitados ni transgredidos bajo ningún pretexto, ni por personas a título individual, ni por instituciones, ni por los Estados ni por las prácticas religiosas o de cualquier otra ideología o forma de pensar y ver el mundo. Nada puede estar por encima del respeto a los derechos humanos fundamentales y las libertades democráticas de las mujeres, en tanto sujetas humanas.
Es así como las democracias, para ser reales, efectivas y respetuosas de la justicia social y de género, necesitan garantizar la plena vigencia de los derechos de las mujeres, incluido su derecho a la autodeterminación, a la libertad, a la igualdad, a la seguridad, a la autonomía de decisión sobre su cuerpo, su sexualidad y reproducción; a la maternidad voluntaria, gozosa y protegida; a la integridad corporal y psíquica; a no estar sometidas a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Al visualizar con claridad y precisión desde donde surge la violencia contra las mujeres, con sus múltiples expresiones, podremos, entonces, demandar a nuestras democracias que avancen a su erradicación. Y podremos también reparar las heridas históricas del cuerpo y la psiquis de las mujeres, concluye Boletina Mujer SaludHable.

http://www.cimacnoticias.com/site/s07112702-CONTEXTO-Fundament.31195.0.html

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